Dos
equipos que aún tienen que definir sus posiciones finales, si
disputarán competición europea el próximo año o no y, en caso de
producirse, cuál será; se medían en un duelo que servía para dar
respuesta a varias de estas incógnitas. Tanto Tottenham como
Everton debían
comparecer sin la presencia de sus mejores futbolistas (Bale y
Fellaini, respectivamente) por lo que, sin ninguna duda, las dudas
acerca del rendimiento de ambos en un partido de máxima exigencia
eran máximas. Y es que lo cierto establece que la dependencia en las
últimas fechas sobre el primero y la incidencia en el juego del
colectivo del segundo son capitales para entender la actuación en la
presente campaña de ambas entidades.
Formación Tottenham |
André
Villas-Boas optó por juntar a todos los jugadores de corte
combinativo que tiene en su plantilla en ¾ de campo rival. Así,
Dempsey y Sigurdsson partían desde banda pero no jugaban
continuamente en esa parcela. Holtby, mientras, se situaba
inmediatamente después de Adebayor, jugando por primera vez desde
hace varias citas en su demarcación idónea: en la mediapunta. Pero
lo realmente llamativo fue ver cómo Dembélé presionaba en
situaciones muy elevadas y la distancia respecto a Parker se
incrementaba de manera considerable. El principal riesgo de tal
acción residía en que si su presión no era efectiva y se superaba
la zona central sólo iba a estar ocupada por un activo del
Tottenham, aportando ello beneficios al rival.
Presión Dembélé |
Y
el Everton, reconocible con su característico 4.4.2, no varió la
idea que ha mostrado en varios partidos ante rivales de máxima
entidad. Ésta es: repliegue
defensivo, solidez en la misma faceta y maximización de transiciones
rápidas. En ese contexto volvió a destacar Mirallas, por su
elaboración y posterior ejecución. Pero para un equipo que se va a
jugar en las próximas citas su participación en Europa se antoja un
tanto escaso. Como contraproducente el hecho de que el joven activo
Barkley actuase en la banda derecha porque la interacción en su
demarcación fetiche, la mediapunta, no existe al ser invariable lo
matizado: “característico
4.4.2”.
Calendario
inmediato del Tottenham: v ManCity, at Wigan, v Southampton, at Stoke
City, v Sunderland, at Chelsea (PSTP).
Calendario
inmediato del Everton: v QPR, at Arsenal, at Sunderland, v Fulham, at
Liverpool, v WHU, at Chelsea.
Visitar
el Artemio
Franchi nunca
es una tarea fácil. Máxime si se expone la temporada de los locales
como gustosa y su hacer en feudo propio como adecuado. Porque el AC
Milan es uno de los mejores equipos italianos en el presente
año. De no producirse tal situación, la radicalización sería
opuesta. Con todo lo que eso conlleva. Y a partir de ello, que no
así, se plantaba el conjunto de M. Allegri para encarar el primero
de los tres encuentros de elevada exigencia que afronta. De manera
consecutiva. Con la (ansiada) plaza de UEFA Champions League en
juego.
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El
duelo entre los dos equipos de Manchester se presentaba con la
carencia de un aliciente capital. Con la ausencia de un ingrediente
diferencial. Y el producto, aunque mínimamente, se resentía. No
obstante, para definir el sabor final se debía testar, quizás
degustar, para finalmente juzgar. Y en esa situación reinante el
contexto torna como presente. Porque no se puede entender el
desarrollo de la Premier
League sin
contextualizar todo lo ocurrido en la última década. Por necesario
e ilustrador.
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