sábado, 11 de mayo de 2013

Framing


Quizás sea el evento más nostálgico en Inglaterra. Por cómo se cuidan los productos y las tradiciones y por lo que conlleva ser partícipe de la fiesta reinante en Wembley cuando los decorativos son propios a la FA Cup; la sensación de grandeza que se vive en la capital es difícilmente comparable a otro suceso. Ni por paralelismos ni comparativas. No se sustentan. No las soportan. Y en esta base matriz, establecida desde hace décadas por la gloria de unos y la historia truncada de otros, el devenir de cada protagonista es radicalmente opuesto. Como ocurre cuando el escenario es teatral. Sin reservas. Y altamente cuidado. Mimado.

Se presentaba el Manchester City en el último partido trascendente de la temporada con rumores sobre una salida al final de la misma de su técnico, Roberto Mancini, y con la exigencia del que se sabe superior. Infinitamente superior. Porque el término underdog, opuesto al de outsider, que ha utilizado la prensa inglesa en la previa del evento para definir al Wigan Athletic; establecía lo que era una realidad: la diferencia entre ambos participantes era tan ancha como clarividente. Y nadie lo ponía en tela de juicio. Estaba fuera de todo debate. Pero a partir de ello se jugaba el partido. La Final.

No siendo novedad sí es necesario destacarlo. La posición de Y. Touré volvió a situarse en una zona de acción muy cercana a la de los centrales y su acompañante en el doble pivote, Barry, transitaba unos metros por delante de él. El objetivo prioritario de ello era optimizar la salida de balón ante la presión de un Wigan que se situaba en el centro del campo. Explicación principal para sustentar que la participación de Y. Touré en campo propio fuera plácida. Los réditos eran mínimos y la separación con Silva y Tévez era excesiva. Tanto que los pases para superar metros, que no líneas de presión, debían configurarse de una manera arriesgada. Pero ante la incapacidad para transmitir buenas sensaciones con el balón y combinaciones aptas que generasen juego las transiciones del rival eran sinónimo de peligro.

Y. Touré como MC más retrasado

Para entenderlas es oportuno vislumbrar la idea que ha imperado. Plantados los primeros efectivos defensivos, jugadores ofensivos por otra parte, en el centro del campo, las parejas se estructuraban según las zonas de permanencia. Los dos centocampistas, el lateral de la banda por la que se volcaba el juego y el jugador ofensivo que retrasaba su posición para entrar en contacto con el balón y sumar un nuevo efectivo en esa parcela; tenían una marca perenne. Esto dificultaba que el balón fuera patrimonio de muchos jugadores y ralentizaba el ritmo del partido. Pero la intensidad y la falta de acierto de ManCity provocaba que las ocasiones de gol para Wigan se produjeran. Probablemente en mayor número y claridad de lo que se preveía.

Marcas del Wigan en el centro del campo

Es en este contexto donde McManaman brilló cual figura superior. Siempre ubicado en la banda derecha supo aprovechar los espacios concedidos por Clichy. Y cuando estos no se producían él los generaba. Ahora bien, tan elogiable es su actuación como censurable su carencia en los metros finales. Cuando un equipo que se sabe inferior depende de las escasas opciones de ataque que puede disfrutar en una cita como la vivida el porcentaje de efectividad debe ser elevado para comenzar a argumentar una posible victoria. Ni siquiera para fundamentarla. Sólo para comenzar a argumentarla. Y en esa situación el joven inglés no finalizó lo creado. Ello se produjo, a su vez, por la escasa participación de Maloney, principal pieza ofensiva en el entramado de Roberto Martínez.

En muchas ocasiones la entrada de un mediocentro por un delantero para situar a Y. Touré en posiciones más cercanas al área rival le ha dado a Roberto Mancini unos réditos positivos. Volviendo a confiar en ello, la opción descrita sólo tuvo vigencia 14 minutos. Los que se produjeron desde la entrada de Rodwell hasta la expulsión de Zabaleta. A partir de ahí la reconfiguración era sencilla en lo teórico y aplicable en lo práctico. Ahora bien, con lo que poca gente contaba, o dibujaba en su intelecto, se plasmó en la paleta de acontecimientos posibles. La cual, curiosamente, ya se agotaba de manera inexorable. Y fue en ese tomo, ya histórico, donde tuvo lugar la más reciente muestra de romanticismo futbolístico. Cual conceptualización imperante. Reinante. Mediante una mínima dosis. Para enmarcarla en un muestrario diminuto. Familiar.

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