domingo, 14 de febrero de 2016

La definición de equipo

Estamos soñando, no tenemos ningún tipo de presión. Vamos a seguir luchando. ¿Por qué no es posible ganar el campeonato?”. Con esa contundencia, liberación de exigencia y elevación de autoestima, se presentó Claudio Ranieri en la rueda de prensa previa al partido que iba a cerrar una etapa de tres encuentros denominados como “decisivos”. A saber: Liverpool (H), Manchester City (A) y Arsenal (A). Tanto por la erradicación de “outsider” y “underdog” con la que contaban hace escasas jornadas como por la exhibición, a nivel global, de su candidatura firme, compacta y férrea para conquistar la Premier League. Por primera vez en su historia. Sin precedente alguno. Con la fijación de inmortalizar el nombre del Leicester City para el resto de la historia.

En un contexto de máxima exigencia, ante dos históricos del panorama nacional y la entidad llamada a dominar Inglaterra en el presente lustro, la actitud del Leicester no varió un ápice, así como su despliegue dentro del terreno de juego. Las permutas y los mecanismos se mantuvieron, si bien es cierto que no existía razón alguna para modificar lo que, hasta el momento, les había ubicado en la primera posición de la clasificación sin atisbos de fracturas. La resolución, por tanto, era vislumbrar si después de tres partidos tan complejos iban a demostrar capacidad ganadora. Ésa que atesoran los equipos acostumbrados a lidiar con títulos cada temporada.

En la totalidad de los encuentros han defendido con un bloque medio, incluso bajo, con la finalidad de recuperar el balón y tener metros para atacar. Ha sido en esa tesitura, con espacios, donde las capacidades del Leicester en ataque se expusieron e incrementaron de manera realmente elevada. Contexto donde Vardy se encuentra más cómodo y, además, está cuajando la temporada más completa y de más nivel en su carrera deportiva. La dependencia del estado de forma de su figura y acierto/efectividad en sus acciones ha sido uno de los componentes más influyentes para entender los resultados cosechados. De hecho, lo que el Leicester forzaba era establecer una situación de uno contra uno entre el delantero inglés y el defensa rival. Partiendo Vardy, incluso, con inferioridad territorial, sin constituirse ello como un déficit contraproducente, la acción se producía con frecuencia.















No influía en exceso ni “importaba” sobremanera porque era una situación de juego forzada. Tanto Okazaki como Mahrez se ubicaban siempre colocados de manera racional, con una ubicación espacial estudidada y medida. El primero detrás de Vardy para aprovechar los desvíos rivales a zonas centrales y el segundo, más escorado a una banda, indistintamente, si bien con más frecuencia era la habitual, la derecha; para establecer como recurso secundario el disparo desde fuera del área, recorte y superación de marcas rivales o pase a Vardy que, por su enfrentamiento aéreo anterior, se encuentra libre de marca. Si a ello se le añade que ese “kick and rush” está interiorizado en la cultura británica, la ecuación deriva en aceptación, convicción y eficiencia.



La generación de juego ha sido siempre tan simple como efectiva: balones a la línea ofensiva rompiendo líneas de presión. Ya fuera mediante envíos aéreos o rasos, la conexión entre los mediocentros y los jugadores ofensivos se realizaba con una facilidad inusual. Kanté y Drinkwater forman el doble pivote que, en gran medida, explica el buen rendimiento del Leicester por su aportación en lo defensivo. Sin complicaciones con el esférico en posesión, al no ser ninguno de los dos jugadores excelsos en tareas de combinación, su actuación ha resultado fructífera para el colectivo. El objetivo meridiano era habitar en campo rival con la menor cantidad posible de efectivos del contrario, puesto que los recursos ofensivos propios se basaban en dos o tres jugadores. Esto es: Okazaki como primer apoyo, Vardy como lanza y Mahrez como creativo.



No obstante, a pesar de ser el encargado de aportar desequilibrios con el balón y pases entre líneas, Mahrez ha destacado por su aportación defensiva. En campo propio y ante los extremos o laterales rivales, reside un asunto trascendental para comprender y asimilar la ideología del combinado de Ranieri. Todos los jugadores son protagonistas en la presión al rival. El hecho de ubicar a la (casi) totalidad del equipo en campo propio cuando el rival genera juego a partir del esférico, favorece al esfuerzo colectivo por la ubicación espacial estrecha, junta y compacta. No obstante, existe un halo de impresión al contemplar al jugador más creativo en ataque realizar marcas defensivas, si bien en ocasiones su colocación es deficiente y concede demasiados espacios en repliegue. Ese desgaste físico, impensable de demandar a otros jugadores en otros equipos, eleva su actuación varios niveles. Por compleja, consistente y completa. En ningún momento ha perdido la frescura de piernas y mental en los metros finales, como quedó constatado en el gol ante el Manchester City, siendo tan poco frecuente como meritorio englobar un rendimiento continuo en ambas facetas.
















Esta aportación defensiva de Mahrez se ha visto beneficiado por la estructura defensiva del equipo. Al establecer dos líneas de cuatro efectivos o una de cuatro y otra de cinco – dependiendo de la ubicación de Okazaki – las permutas eran más fáciles de realizar por el menor espacio a cubrir. Como si estuvieran unidos por una cuerda invisible, las transiciones de una banda a otra eran realizadas con una frecuencia similar y armónica. La finalidad no era otra que recuperar el balón y salir en transición para explotar velocidad y espacios. En ese preciso momento, la posición de los defensas rivales es incómoda para seguir la carrera de los jugadores del Leicester. Sus piernas están colocados en lateral y su cuerpo no tiene una posición fija de cara al rival o a la portería propia. Ahí, sin una coordinación plena, los desmarques y la conducción de los jugadores ofensivos de Ranieri se ven favorecidos. No en vano, Vardy es el máximo goleador de la Premier League, con 18 tantos, y Mahrez contabiliza 14 más.
















Pero la exposición en primera línea de exposición en el Leicester también ilumina a un jugador que no posee una responsabilidad ofensiva marcada. Kanté se está convirtiendo en la revelación del campeonato y su omnipresencia recuerda a la de su compatriota francés Makélélé. Es el segundo jugador que más tackles realiza por partido (4.2), sólo superado por Lucas Leiva (4.6), y el que más intercepciones lleva a cabo de media (4.2), según datos de WhoScored. Además, la libertad de movimientos que le concede Ranieri a lo largo de todo el ancho de la parcela central del campo se ve amplificada con sus apariciones en campo rival en fase ofensiva. No ha sido inusual contemplar a Kanté conducir el esférico cerca del área rival tras recuperación, sumándose como un efectivo ofensivo más.


El registro final del Leicester tras la disputa de estos tres partidos ha sido de dos victorias (Liverpool y Manchester City) y una derrota. La diferencia de puntos con respecto a sus más inmediatos seguidores por la conquista de la Premier League se ha visto reducida un punto, de tres a dos. Aún así, el mensaje que han mandado a todo el continente británico ha sido claro y rotundo: son “contenders” reales hasta la última jornada. A falta de la disputa de 12 encuentros, su candidatura es más sólida que nunca. Fiel reflejo de su idea de juego. Despejando dudas como si de envíos a su área se tratasen.

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