Cuando
tiene lugar, en la Bundesliga,
un choque entre Schalke y B. Dortmund (y viceversa) las expectativas
se elevan hasta niveles máximos. Por lo que supone la rivalidad
entre estas dos entidades y por la calidad de ambas plantillas. Es
una constante. Ninguna variante, a lo largo de su ediciones, ha
conseguido difuminar lo expresado y, por consiguiente, lo anhelado
siempre ha tornado como presente.
En
la presente temporada, la que está viendo a un equipo de J. Klopp
exhibirse sin Gündogan (lesión de larga duración), el personaje
que brilla con propiedad irrefutable es Nuri Sahin. Esperado en
diversos lugares y en distintos contextos, su vuelta la campaña
anterior hacía presagiar, para los más optimistas, una reconversión
en forma de evolución. Y así está siendo. La 2013/2014 está
presenciando un fútbol acorde a lo que necesita su equipo y, junto a
Bender, la consistencia en el centro del campo ya no se pone a
debate. Incluso pocos esperan ya que, cuando vuelva el jugador turco,
se erradique esta combinación.
En
Gelsenkirchen Nuri realizó un partido de difícil evaluación. Por
lo elevado de ésta. Disfrutó, constantemente, de espacios en todo
el espectro central del terreno de juego y, obviamente, aportó pases
que siempre conllevaban beneficio para B. Dortmund. Superaba líneas
de presión, enlazaba con jugadores ofensivos y, simplemente,
provocaba superioridades con el balón. El detalle principal de los
destinos de sus pases reside en que cuando llegaban a zona de ¾ la
optimización, por parte de sus compañeros, era inmediata.
Porque Nuri transfería el esférico hacia las zonas que sabía peligrosas para el rival. Diferenciales para su equipo. Y en una de las pocas llegadas al área rival que realizó acabó en gol. Mostrando su disparo desde fuera del área. Disfrutando de su aporte. De su juego.
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