miércoles, 25 de agosto de 2010

Ronaldinho, el acto tardío


El regreso de Ronaldinho a Barcelona se tilda como algo mágico, inhumano y divino. No obstante, desde el 18 de julio de 2008 nadie se acordó de él, cayó en el olvido culé, fue un juguete roto (otro más) que salió por la puerta de atrás (otro más) de una gran institución experta en ello.
Julio de 2003. Tras 30 millones de euros Ronaldo de Assis Moreira, Ronaldinho, forma parte de un equipo gris en busca de la gloria perdida a manos de una nueva junta directiva gobernada por Joan Laporta y Sandro Rosell y dirigida por Frank Rijkaard. Las expectativas se ciñen sobre un segundo plato (para algunos) del futbolista “galáctico” David Beckham y su magia brasileira. A partir de ahí, rumbo al estrellato: Fifa World Player, Balón de Oro, Premio FIFpro, Once de Oro… una colección de galardones individuales acompañan en las vitrinas a los colectivos, deslumbrando la UEFA Champions League correspondiente al año 2006. Toda la historia de este jugador se escribe con letras de oro en la historia reciente del FC Barcelona. No obstante, el idilio amoroso entre jugador-club-afición se rompe en 2008, con la llegada de Pep Guardiola, con la llegada del entrenador que en apenas dos años revoluciona Can Barça y se convierte, paradójicamente, en el sucesor del éxito blaugrana tras la marcha de Dinho.
Junio de 2008. Pep Guardiola es presentado como nuevo entrenador de la primera plantilla del FC Barcelona tras la destitución de Rijkaard con el siguiente testimonio: “No cuento con Eto’o, Deco ni Ronaldinho”, “Estamos contemplando la plantilla sin ellos". Toda una declaración de intenciones de un tierno entrenador con escasa (ninguna) experiencia en el fútbol de élite. Toda una afirmación respaldada por la junta directiva personificada en Laporta y Beriguistain. Toda una aserción que recae con estrépito en toda la afición culé. El adiós al mayor culpable del éxito del club en los últimos cinco años se cierne a fuego lento.
Bien es cierto que el rendimiento del jugador ya empieza a ofrecer dudas en torno a la temporada 2007-2008. Su escasa aportación al juego combinativo y de toque que practican los pupilos de Rijkaard ya le es familiar y, acompañado de una sorprendente baja forma física y numerosas lesiones, su posición de estrella futbolística comienza por agotarse.
Rumbo a Milán se marcha en busca de la felicidad, del reencuentro con uno mismo y con su calidad. El sobrepeso, la noche, las mujeres… los rumores lo desestabilizan hasta el punto de intentar deslumbrar, por última vez, en una liga menor y rodeado de compañeros que sobrepasan la treintena.
Nunca tuvo un despido por parte del Camp Nou, sólo silbidos y abucheos en su recta final mientras se entrenaba en el gimnasio y a solas. Quizás por ello la afición culé se sienta culpable y ahora, llegado el momento, recuerde lo positivo de alguien que contribuyó a cambiar la historia moderna del fútbol blaugrana. Posiblemente, animados por el éxito reinante, ya no guarde rencor ni tenga evocación para obtener memorias de protestas e insultos.
Agosto de 2010. Trofeo Joan Gamper. Más allá del partido, se preparan los festejos para homenajear a un grande, a un futbolista. Más allá de todos los actos reinará la hipocresía, ligada siempre al mundo del fútbol, un mundo creado para el espectáculo, para los espectadores… para la sinrazón. No se critica sobre la oportunidad del acto, sino sobre la temporalidad del mismo. Nunca se debe faltar a los ideales, los que le gritaron hoy le recibirán en pie y con un sentimiento de culpabilidad, de asqueo, de hipocresía.

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